Por Carlos de León
“¿Cómo pensamos los humanos?”,
“¿Qué nos motiva?” Estas son preguntas que a lo largo de la historia de la
humanidad se han problematizado. La economía, en su afán de querer explicar
todo a su manera, tiene su propia versión de la respuesta a preguntas como éstas.
Las motivaciones personales, según la economía, tienen de fondo un interés
económico. Nosotros, los humanos, somos el homo economicus; y somos él por una
cuestión cultural.
El
homo economicus es un concepto de la economía convencional u ortodoxa que trata
de resolver cuestionamientos antiguos: ¿qué nos motiva como humanos? ¿cómo
actuamos? A finales del siglo XIX economistas muy famosos empezaron a utilizar
el término en pro de sus obras. Pero ¿Qué diablos es el homo economicus?
El
homo economicus es un individuo egoísta, aislado, al que no le afectan las
relaciones sociales porque siempre actúa de forma racional; sobre todo, porque sus
decisiones son correctas ya que es motivado por su beneficio propio. Se es tan
racional que las presiones sociales, los contextos políticos e históricos y la
cultura no pueden afectar sus decisiones. Nada importa en realidad, siempre maximizas
tu beneficio con el menor esfuerzo posible.
Sinceramente
¿a quién no lo gustaría que le dijeran que todas sus decisiones son correctas?
La popularidad del homo economicus creció y creció y ahora es parte de
ideología neoliberal (aquí
en Debatiendo Economía explicamos el neoliberalismo). Pero esta concepción tiene
muchos problemas.
El
homo economicus está en el día a día. Somos tú y yo. ¿Cómo es esto posible?
Bueno, es un asunto ideológico y no verdadero. El neoliberalismo se encargó de
inculcarnos estas creencias sin que nos diéramos cuenta y agregándole una
fórmula más.
El
homo economicus neoliberal le suma la empresa. La empresa es un punto
importante para toda la ideología neoliberal, pues, la figura mítica del
empresario es la que nos liberará de la malvada codicia del Estado. Ahora el
homo economicus tiene que girar en torno a la empresa, por eso el individuo no
sólo busca la maximización de su beneficio, también busca el emprendimiento.
Hay
que tener algo claro, antes de que me tachen de chairo. El emprendurismo no es
malo per se, el problema es cuando te
lo pintan como algo aislado a la realidad social. La mayor parte de los
mensajes para emprendedores suelen ser: “tú puedes si quieres”. Esta simple
oración tiene mucha carga ideológica. “Tú”, el individuo, puede lograrlo porque
tus decisiones no se ven afectadas por la realidad social, eres racional y
sabes cómo llegar al beneficio económico. Nunca nadie te termina de hablar de
los monopolios, de la desigualdad, de la cultura de no consumir local y demás
cosas que pueden entorpecer el emprendimiento.
¿Cómo
hemos llegado a tener la concepción del homo economicus emprendedor? A mi
parecer es a través de la cultura. Adorno, un sociólogo de la teoría critica,
menciona que de la cultura y el mensaje no se puede escapar. Con la publicidad,
las películas, la música y hasta la educación nos han implantado la idea de que
los individuos por si mismos pueden maximizar su beneficio y lograr lo que sea.
Mi ejemplo favorito es Billie Eilish, la cantante adolescente que haciendo
música en su casa con su hermano se hizo una superestrella. Música en la casa
de sus padres de clase alta con un estudio de música profesional, claro. Por
otro lado, el trabajo individual del emprendedor se convirtió una pieza clave
del neoliberalismo. Žižek, el filósofo
esloveno, menciona que “el capitalismo usurpó la retórica izquierdista del
trabajo autónomo, convirtiendo un slogan anticapitalista en uno capitalista.
Ahora, el socialismo era lo conservador, lo jerárquico y lo administrativo”. Es
decir, la capacidad individual de crear una empresa era la mejor manera de ver
por uno mismo sin la necesidad de depender del miserable y corrupto Estado de
bienestar.
Las
revistas especializadas, los congresos de emprendimiento, los influencers y
demás reproducciones de lo bueno que es ser emprendedor han influenciado en la
concepción de la realidad, el ser humano y el objetivo de la vida para hacernos
creer que somos el homo economicus. Lo bonito de la hegemonía cultural es que
no nos tienen que explicar que creer, sólo lo creemos.
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